miércoles, 9 de diciembre de 2015

Matón de novela negra.

Estamos en plena campaña electoral y hoy me he levantado con el cuerpo peleón, así como de matón de novela negra, española y hard.
Y es que algunos políticos que yo me sé están pidiendo a gritos una manta de hostias bien dada. Y después, una vez los tengas en el suelo, mientras les pateas las costillas, te agachas, les retuerces una oreja y les dices:
—Escúchame bien, imbécil. El dolor que sientes ahora no es nada comparado con el dolor que tú producirías cada día en la buena gente que puedes llegar a administrar. Tus decisiones torticeras hundirán en la miseria y la desesperación a millones de personas. Si sales elegido, ponte las pilas y haz propósito de enmienda. No te lo voy a repetir. Si tengo que volver a recordártelo, no seré tan suave. Y de paso, recuérdale a tus jefes, los de la banca, las multinacionales y el grupo Gilisderberg, o como pollas se llame, que sé quiénes son y donde viven, y aunque se escondan, daré con ellos y les daré también su merecido.
—Pero oiga —me interpela un bienpensante—, eso le pone a usted a la misma altura moral de los malvados…
—¿A la misma altura, dice usted? Para ponerme a la misma altura que algunos de estos sabandijas necesitaría cuatro vidas. No tengo capacidad para cometer tanto disparate y tanta atrocidad en lo que me queda de existencia.
Una buena paliza en todo el lomo, con cualquier cosa, con el pie del atril de los debates, por ejemplo. Es lo único que les puede hacer comprender lo que se cuece por aquí abajo, a pie de calle, por los barrios del pueblo llano. ¡Coño ya…!
Uf, qué a gusto me quedaría…

P.D.: perdonadme este arrebato barriobajuno, fruto, sin duda, de mi educación precaria, tosca y aldeana.




lunes, 9 de noviembre de 2015

«Yonqui», de Paco Gómez Escribano. Reseña.

Los monos suceden a los cuelgues, las rayas a los picos, los picos a los petas y los petas a los litros de la bodega del Joaqui y entre col y col, lechuga: palos a cabinas, robos de coches, asaltos a gasolineras, atracos a bancos… Las escenas se suceden con un ritmo inmisericorde y te golpean sin tregua como lo harían los guantes de un boxeador en pleno entrenamiento frente al saco: pico, raya, litro, peta, pico raya, litro, peta… La narración te acorrala contra las cuerdas y te entra sin contemplaciones, a hostia limpia, sin posibilidad de cubrirte, no hay escape, no hay piedad para el lector. O paras de leer o acabas noqueado.
Yonqui, de Paco Gómez Escribano, es un pico de literatura, un subidón de letras que te sacude la mollera y te ilumina sobre lo fue el vivir cada día en un suburbio madrileño durante los años setenta.
La novela está ambientada en el barrio de Canillejas, un barrio que Paco Gómez Escribano conoce muy bien, y narra la vida cotidiana de un yonqui, contada en primera persona, en lenguaje coloquial, directo, sin adornos ni florituras. El relato es un cañonazo de lírica seca y descarnada escrito a ritmo de Leño y Burning.
Salud y rocanrol, Paco.




lunes, 2 de noviembre de 2015

El detective Carmelo (4). Acción a tope.

La luna ocultó su faz tras un nubarrón más negro que la conciencia de un concejal de urbanismo. Aprovechando esta tregua de oscuridad me aproximé agachado, sigiloso y ocultándome tras los coches aparcados, hacia la puerta del garito. La noche se enroscaba en caracolas alternantes de silencios encontrados y maullidos de gatos encelados. Apliqué con dedicación mi oreja de tísico a la madera y pronto escuché lo que esperaba: un leve rumor de voces graves, una risa destemplada y algún grito contenido, sofocado, silenciado. Por las voces deduje que debían ser no menos de tres y estarían armados. Los sofocos eran de la chica que debía estar amordazada. No esperé más: de un tremendo patadón tiré la puerta abajo y entré en el tugurio desenfundando mi Magnun 44. De un vistazo me hice cargo de la situación: los tres fulanos tenían a la chica en el centro de la pista de baile, debajo de los focos, atada a una silla y con un esparadrapo pegado a su boca de fresa.
—¿Qué cojones…? —farfulló el matón que mejor dominaba la retórica, mientras se dirigía hacia mí con un bate de béisbol.
No le dejé terminar lo que prometía ser una frase tremendamente elocuente. De la rapidez de mis reacciones dependía mi vida: salté de lado mientras proyectaba mi talón contra la jeta del facineroso que, acusando el impacto, se desplomó como un fardo. Todavía en el aire, disparé contra el segundo rufián haciéndole un bonito agujero en la frente. El tercer canalla intentó sacar su arma pero no le di tregua, mi revólver bramó de nuevo y un clavel reventón se dibujó sobre su camisa a la altura del corazón. Todo había terminado en cuatro segundos.
Me acerqué a la rubia intentando tranquilizarla. Le quité la mordaza, me situé a su espalda y procedí a desatarla de la silla.
—Tranquila, muñeca, ya estás a salvo.
La habían atado a conciencia, las ligaduras se resistían, la rubia no paraba de moverse y no se estaba quieta ni un segundo. Algo no iba bien.
Entonces me desperté en el suelo y algo me golpeaba en la cabeza. No entendía nada, sólo oía la voz de la limpiadora que me atizaba con la escoba mientras decía:
—¡Pero será imbécil este tío! ¡Pos no se ha puesto a desabrocharme el sujetador, cuando le he dado la espalda, el muy baboso! ¡A ti te espabilo yo!

No hay manera, ¡ni soñar tranquilo puede uno…!



lunes, 19 de octubre de 2015

«La canción del siciliano», de Cristina Amanda Tur (CAT). Reseña

Removido, no agitado.

Durante mi época de barman, hace muchos años, allá por el Pleistoceno Medio, el encargado y profesor de hostelería del pub donde anduve trabajando una temporada, me enseñó cómo preparar correctamente el martini cóctel. Este hombre, además de en las proporciones exactas de ginebra y martini seco, insistía, sobre todo, en que el combinado debía prepararse en el vaso mezclador, removiéndolo con sumo cuidado, nunca agitándolo en la coctelera. «Todo lo contrario a lo que dice en sus películas ese gilipollas engreído de James Bond, que no entiende una puta mierda de cócteles», solía decir.
Todo esto viene al caso porque esa es la sensación que me ha quedado al terminar «La canción del siciliano». En este relato todo está dosificado en la proporción correcta y los ingredientes ensamblados cuidadosamente, sin agitación.
La novela se desarrolla a caballo entre la isla de Ibiza y la de Sicilia y la acción gira en torno al asesinato en una calle ibicenca de uno de los guardaespaldas del inquietante Sacha, marchante de arte y pariente de un capo de la Mafia siciliana. El policía Ariel, jefe del equipo contra el Crimen Organizado, investiga el crimen y desconfía de las intenciones de Sacha porque sabe muy bien que la Mafia no perdona y teme un ajuste de cuentas. Y en medio de los dos está Rebelene,  periodista, amiga y confidente del policía, pero que se siente atraída por el bello e intrigante italiano. 
Se nota que Cristina Amanda Tur escribe de lo que sabe, no en vano es criminóloga, periodista e ibicenca y en este relato dosifica y mezcla sabiamente los ingredientes: el desarrollo de la trama de ficción con unas gotas de historia de la Mafia Siciliana. Todo ello mezclado en la proporción correcta y removido, no agitado.

Un placer, Cristina.


martes, 13 de octubre de 2015

El detective Carmelo (III). Soy un tipo duro.

El tipejo del extremo de la barra me estaba cargando de mal café. Recorría las curvas de la camarera con ojos de comadreja libidinosa y además babeaba. No tenía ni media hostia. Para más inri, Susana, la camarera, era mi amiga. Me calenté, me dirigí hacia él y le comenté:
—Mira, gilipollas, hoy no es tu día de suerte, estás en el sitio equivocado a la hora más inoportuna y además te has encontrado con el tipo menos indicado. Ese tipo, por si no te habías dado cuenta, soy yo. Tengo muy mala leche, ¿sabes? Me como las ratas de alcantarilla vivas, cago clavos oxidados, meo cristales rotos y sobreviví al infierno de la mili en el Regimiento de Caballería Sagunto 7, en Sevilla, el año que legalizaron el Partido Comunista. No me asusta nada. Lárgate a cascártela a otro lado antes de que me haga un cuadro expresionista con tu jeta.

Me desperté en el suelo con la nariz rota y dos dientes de menos. Tengo que cambiar de oculista, no vi al guardaespaldas del tipejo. Medía dos metros, pesaba ciento veinte kilos y sólo tenía dos neuronas: la de cagar y la de repartir hostias. Aparte de eso, no estoy muy seguro de que Susana, la camarera, sea mi amiga. Creo recordar entre brumas que se meaba de risa mientras me zurraba el energúmeno.



domingo, 27 de septiembre de 2015

«El país de los ciegos», de Claudio Cerdán. Reseña.

El Tuerto acaba de salir de la cárcel y su ciudad, Alicante, no es lo que era. Es peor. En su recorrido por la noche alicantina, a Juan Ramón Durán, alias el Tuerto le acechan individuos muy peligrosos. La noche de Alicante está llena de tipos canallas, algunos de ellos más chungos que un pico de tabasco, incluso hay unos cuantos más malos que el mismísimo Tuerto. Y por esa noche turbulenta de putas, mafiosos, policías corruptos y jueces vendidos, se mueve el protagonista con su único ojo, cual cíclope vengador, repartiendo leña a diestro y siniestro y recibiéndola también.
Los secundarios no tienen desperdicio, sólo con leer sus apodos ya nos podemos hacer una idea del perfil de los sujetos: Farlopero López, Carroña, Bellota, Chimpancé, Lagartijo, Mierda de Perro, Mochuelo, Tijeras…, unos prendas, todos.
«El país de los ciegos», de Claudio Cerdán, es un relato durísimo, escrito con un lenguaje directo y agresivo, con escenas de una violencia obscena, que son resueltas en un estilo bronco y sin concesiones. Tan solo, de vez en cuando, unas pequeñas gotas de ternura redentora permiten cierta tregua y suavizan la dureza de esta novela en la que la ciudad de Alicante, siempre presente en el relato, es una protagonista más.
Eres bueno, Claudio. Y, permíteme la familiaridad, cuando seas mayor, serás muy bueno.


domingo, 20 de septiembre de 2015

El detective Carmelo (II). La joven de la esquina.

La joven se apoyaba contra la esquina proyectando una sonrisa luminosa, llevaba atornillada la intención a las caderas y sus labios carnosos contenían pespuntes oscuros de mentiras. Tenía más curvas que una carretera de montaña y en sus ojos se adivinaba la ansiedad de ser querida, la minifalda tapaba a malas penas lo imprescindible. La luna asomaba su perfil entre las nubes y el vientecillo de la noche transportaba susurros de secretos venidos de muy lejos. Con mis mejores andares me acerqué a ella y le dije:
—Muñeca, no puedo prometerte las estrellas, ni siquiera puedo darte mil noches de amor enloquecido, no tengo nada, apenas soy un grano de arena en el desierto, pero conmigo tendrás cobijo, estarás a salvo para lamerte tus heridas y tendrás un poco de ternura.
—Vale, poeta —me contestó la moza—. Son cien euros, el hotel aparte.
Me despedí de ella y me alejé borrándome por el fondo de la calle. Seguí el sabio consejo de mi madre: «Hijo mío, nunca trates con mujeres que tengan la conversación tan corta como la falda».



miércoles, 16 de septiembre de 2015

«Curvas peligrosas», de Susana Hernández. Reseña

Vázquez entra en la comisaría destilando mala leche por las costuras de su ropa de Armani, Santana se mueve sin ruido sobre unas zapatillas de saldo y embutida en una sudadera de hipermercado. Vázquez es la policía veterana, Santana es la novata. Vázquez es descreída y tiene mal carácter, Santana monta una Harley, es sensible y empática. A Vázquez le gustan los bares «como Dios manda: mesas pegajosas, un camarero con mala leche y el gilipollas de turno jugando a la máquina tragaperras»; Santana es capaz de apreciar la poética de una piscina vacía en un jardín otoñal. Vázquez es heterosexual, Santana es lesbiana. Y en medio de estas dos mujeres se  cierne una inquietante trama criminal: ocurren unos asesinatos y las víctimas son muchachas con minusvalía psíquica.
«Curvas peligrosas», de Susana Hernández, es, ante todo, una novela de relaciones: la inevitable y conflictiva relación entre las dos subinspectoras, la relación de la veterana Vázquez con su exmarido y con su hija, las complicadas y tórridas relaciones de la novata Santana con sus diferentes parejas y la relación de ambas con sus compañeros de trabajo en el día a día de la comisaría. Y como fondo los turbadores y perversos crímenes y las consiguientes pesquisas de las dos policías para la resolución del caso.
Las palabras se encadenan en una prosa sencilla, con estilo y buen ritmo, las escenas se desarrollan con fluidez y los personajes están muy bien perfilados. 
«Curvas peligrosas» es la primera entrega de la saga, que ya consta de tres novelas, de estas dos subinspectoras a las que auguro un futuro prometedor.

Bien, Susana.


viernes, 4 de septiembre de 2015

CTN. Cartagena Negra 2015.

Gijón, Barcelona, Valencia, Aragón, Castellón, Pamplona, Granada, Getafe, Salobreña, Collbató…, son ciudades o regiones que unos días al año se vuelven oscuras y se pueblan de mafiosos, asesinos, trincones, calandrajos y quinquis perseguidos por maderos recalcitrantes. Todo esto en el papel, o en las pantallas, claro está, que en la realidad, algunas de estas ciudades ya tienen de estos personajes los suficientes como para aumentarles el cupo.
Ahora, a todos estos saraos para disfrute de los aficionados al género negro, se une la ciudad del submarino. Los  días 11 y 12 de septiembre se celebrarán las primeras Jornadas de Novela Negra en Cartagena con un programa corto pero intenso: varias mesas redondas, presentación y firma de libros, un taller exprés de novela negra, cafés negros y hasta cañas negras con los autores.
Una estupenda iniciativa a la que deseamos larga vida.

El programa lo podéis ver y descargar en el blog de las jornadas: http://cartagenanegra.blogspot.com.es/2015/08/programa-cartagena-negra-2015.html


miércoles, 2 de septiembre de 2015

«Cuestión de galones», de Ricardo Bosque. Reseña

Excusarme por no haber leído nada de Ricardo Bosque hasta ahora sería una hipocresía. Todos tenemos un límite de tiempo para leer a la par que un tope de dinero para gastar en libros y, en mi caso, ambos son limitados. Uno va flotando como puede entre la maraña de títulos que se publican a diario, lee reseñas, anota títulos para su futura lectura y elige los libros según preferencias, impulsos o simplemente se deja arrastrar por la corriente de las salvajes promociones de las grandes editoriales.
La novela negra provinciana existe. Comenzó a abrirse paso a trompicones irregulares en un pasado no muy lejano y en estos momentos ya camina erguida y nos llega con paso firme desde todas las esquinas del país. Madrid, Barcelona o Bilbao han ido dejando paso a otros escenarios más provincianos y montaraces. Habemus descentralización progresiva del género negro y eso es bueno.
Ahora, a mi particular colección de periféricos compuesta por Cesar Pérez Gellida (Valladolid), Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria), Ramón Palomar (Valencia), Esteban Navarro (Huesca), por citar sólo a unos cuantos, añado a Ricardo Bosque, que desde su Zaragoza natal nos regala esta novela policiaca llena de intriga y humor. 
El protagonista de la novela, un capitán de la «Policía Fluvial Metropolitana», navega por una Zaragoza futurista, llena de canales y lagos, fruto del proyecto de un alcalde visionario. El policía habla con su chucho de perro a perro, se muere por las formas generosas de su compañera de trabajo, aunque no se atreve a decírselo y se desplaza, en traje de neopreno, con su moto acuática de acá para allá por una ciudad que se ha convertido en una especie de Venecia baturra.
 Cuestión de galones es un relato de intriga muy bien contado con un estilo sencillo y directo, una novela policiaca de pata negra situada en un escenario deliciosamente divertido y original.

Salud y larga vida literaria, maño.

jueves, 27 de agosto de 2015

El asesino que mataba a cámara lenta.

Al asesino que mataba a cámara lenta se le escapaban todas las presas. Estaba harto, no conseguía asesinar a nadie. Pero con la próxima víctima no iba a fallar y además se iba a convertir en el personaje del siglo. Iba a matar a Stephen Hawking por la noche, cuando estuviese durmiendo.



lunes, 24 de agosto de 2015

El detective Carmelo.

Horizonte restringido.
La rubia entró en mi despacho meneando el culo como mueve los ojos un espectador de tenis. Bajé los pies de encima de la mesa por aquello de guardar las formas y la miré fijamente a las caderas, quiero decir a los ojos. Poniendo mi mejor cara le dije:
—Muñeca, busques lo que busques yo no lo tengo, no lo tendré jamás y ahora mismo sería incapaz de encontrar nada que no esté en el sur de tu cintura. No puedo encontrarte ninguna cosa que esté más allá de ese horizonte. Te recomiendo que busques a otro hombre con más amplitud de miras.
—¿Lo cuálo? —me contestó la rubia agitando sensualmente la melena—. Mira, gilipollas, yo no busco nada, soy la limpiadora. Sí que eres corto de miras, sí. No se cómo no has visto el carrito. Y eso del sur de mi cintura, como sea lo que yo me imagino… ¡O me lo aclaras ahora mismo o te corro a escobazos por todo el edificio! ¿Me has entendido, tontoelculo?
Después de aquello salí disparado hacia el oculista más cercano. Ahora llevo gafas. Para lejos y para cerca. Pero de amplitud de horizonte sigo igual y estoy hasta las narices de tanto escobazo.



martes, 18 de agosto de 2015

En pocas palabras (I)

Calor.
Luna de agosto, calma tórrida. Abrasa el exterior, arde el interior. Hay un incendio en la oscuridad.
La mujer madura le dice al joven:
—Te he dejado entrar y no he debido. Es de noche, estoy sola y no te conozco, ¿qué me vas a hacer?
—Te voy a besar y te voy a robar.
—Harás mal, muchacho: lo primero está bien, lo segundo no.
—Te voy a robar el corazón.
—Eso está mejor, ¿pero qué me pedirás a cambio?
—Un vaso de agua fresca para esta calor canalla de agosto que me atenaza la garganta con deseos urgentes.
Arde la noche, los gatos gimen cópulas desesperadas. Calma chicha. La piel suda. Los cuerpos se quejan en el combate. El joven bebe, la mujer suspira. Los putos grillos, por una maldita vez, callan.

«Te quiero porque me das de comer», de David Llorente

Acabo de terminar de leer una de esas perlas literarias de rara belleza que te sorprenden, entre otras cosas, por su originalidad. No tenía noticia alguna de David Llorente y este primer contacto con su modo de hacer me ha impresionado muy gratamente.
Esta novela hace muchos meses que se publicó, pero he de decir que no suelo ser lector de novedades. Prefiero dejar pasar un tiempo prudencial desde la fecha de publicación de los libros, al menos hasta que el ruido mediático baje unos cuantos decibelios.



Al principio no es un libro fácil de leer: no hay párrafos, las diferentes historias de la trama, que son muchas, se separan en cada capítulo con un punto y seguido y las pausas con comas o con dos puntos. Pero a medida que se avanza en la lectura, el cerebro se acostumbra y pone orden en este aparente caos gramatical. Tanto es así, que las historias de los variopintos personajes del barrio de Carabanchel te atrapan sin piedad y no puedes dejar leer.
Te quiero porque me das de comer es una novela negra original y rompedora, un contundente experimento literario que no dejará indiferente a nadie que se atreva a leerlo. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Éramos pocos y parió la abuela.

Según diferentes fuentes encontradas por san Google hay entre un par de millones y ciento ochenta millones de blogs en el mundo. Sí, habéis leído bien y no estoy borracho. No hay manera de reducir las diferencias y encontrar cifras más fiables. Al menos yo no las he encontrado. Me viene a la cabeza aquel viejo chiste que dice: «¿Cómo se cuentan las ovejas de un rebaño? Muy fácil: se cuentan las patas y el resultado se divide por cuatro». Algo así deben de hacer los que cuentan los blogs y luego, a algunos, se les olvida dividir. Las cifras con respecto a España no son más alentadoras: se calcula que hay abiertos entre ochenta mil y ochocientos mil blogs. Casi nada la amplitud de la horquilla.


Todo esto viene a cuento porque cuando decidí crear este blog y me informé de las cifras que os cuento mas arriba, me entraron ganas de dejarlo estar y dedicar mi tiempo a otra cosa. Aunque tomemos por buenos los números más bajos, que alguien lea esto es casi un milagro. Aunque siempre me quedará el recurso de convertirme en un cansino persistente, dando la murga a la familia y a los amigos y esperar a que corra el boca a boca.
Pero en fin, a lo hecho pecho y aquí estoy para recomendaros, desde mi humilde opinión de lector voraz, lecturas, sitios y saraos relacionados con la novela negra y policiaca escrita en español.
Una advertencia: la carne es débil y no descarto que en alguna ocasión tenga el día tonto y me ponga a escribir reflexiones, recuerdos, críticas y alguna cosa que probablemente sólo me importe a mí. Si es así, lo siento, pero probablemente, como todo hombre, tengo mi trocito de vanidad, esa que, a todos y en algún momento, nos hace creer que nuestras intimidades les interesan a los demás.
Lo dicho, ahí va un blog más para engrosar las estadísticas del desconcierto.